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El Islam constituye una de las tres considerables religiones tipo monoteístas, su origen se ubica en el Oriente próximo, en el siglo VII d.C. con la aparición de la figura del profeta Mahoma en la península arábiga.
La expansión del Islam sucedió de forma agresiva y en poco tiempo. En el siglo VIII, la dinastía de los omeya, gobernantes musulmanes de origen árabe, iniciaron la conquista de la península Ibérica.
Durante un período de siete siglos (años 711 a 1492) se prolongó el dominio musulmán de los territorios de la península ibérica, en esta época, esta región recibió el nombre árabe de Al-Andalus.
A continuación, te hablaré un poco más sobre la expansión del Islam y los pueblos musulmanes, la invasión musulmana de la península ibérica, Al-Andalus, el emirato y el califato de Córdoba y los reinos de taifas.
El Islam y el proceso de unificación de los pueblos musulmanes
El Islam es una religión que se originó en Arabia, en el Oriente próximo y siglo VII. Su fundador fue el profeta Mahoma, quien era un comerciante proveniente de la tribu Quraysh que nació cerca del año 570 en la urbe denominada La Meca.
Mahoma afirma haber recibido el llamado de Alá, a quien consideraba el único y verdadero dios, para predicar su palabra. Sin embargo, la de Mahoma no fue una vida religiosa convencional.
Su proyecto era la expansión del Islam, este concepto lo entendía como una fuerza tanto religiosa, social y también militar.
Por esta razón, su vida como profeta la dedicó a la prédica de sus enseñanzas combinada con guerras tribales entre los clanes dominantes en las ciudades de Medina, simpatizantes de Mahoma, y los de La Meca, quienes se le oponían.
El inicio de su empresa lo marca la Hégira, es decir, la huida de Mahoma de la Meca a Medina en el año 622, el cual marca el inicio del calendario musulmán. En ese momento, Mahoma inicia, con gran éxito, una campaña religiosa y militar.
Al final de su vida, a los sesenta y tres años, Mahoma había logrado unificar bajo su autoridad a toda la península arábiga y a buena parte de los árabes que se convirtieron en musulmanes. También había logrado expandir al Islam a Siria y Palestina.
Principales doctrinas del Islam
Los principios sobre los que se basa la doctrina de Mahoma se encuentran contenidos en el libro sagrado: el Corán. Sus bases se pueden resumir en cinco dogmas fundamentales:
– Profesión de fe: ”No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta».
– Oración durante cinco veces al día en dirección a La Meca.
– Se debe practicar el ayuno durante el mes de Ramadán, tanto desde la salida como hasta la puesta del Sol.
– Se debe realizar una peregrinación a La Meca, como mínimo una vez en la vida.
– A los verdaderos musulmanes se les exige la práctica de la limosna.
La vida de la fe musulmana gira en torno a su templo, la mezquita. Este es un edificio de culto formado por una torre muy alta llamada Minarete, desde donde se hace la llamada a la oración cinco veces al día. Además, todas las mezquitas tienen un patio en el que los musulmanes se lavan antes de ingresar a la nave en la que se inclinan para orar en dirección a la Meca.
A pesar de su influencia, Mahoma no formó una estructura política de gobierno, por lo que a su muerte, los jefes de las tribus árabes designaron como sucesor de Mahoma a su suegro Abu Bakr, el padre de su tercera esposa, quien de este modo se convirtió en el primer Califa del Islam.
Primeros califatos del Islam
El califa era considerado como sucesor de Mahoma sin tener su condición de profeta. Por esta razón se le consideraba el líder religioso del Islam, además de su jefe político y militar.
Los primeros califatos se dividen en varias etapas, la primera llamada califato ortodoxo, cuya capital era la ciudad de Medina; la segunda, el califato omeya, con la capital en Damasco; finalmente la tercera, el califato abasí en la capital de Bagdad.
Califato ortodoxo
El gobierno de Abu Bakr como primer califa duró poco tiempo, a él le sucedieron tres califas vinculados al entorno de Mahoma.
Este grupo se conoce como el de los califas ortodoxos o bien guiados y son reconocidos por todas las corrientes del Islam.
El segundo califa fue Omar, quien también era suegro de Mahoma. Uthmán ibn Affán fue elegido como tercer califa a la muerte de Omar en el año 644. Él era un rico comerciante perteneciente a la tribu Quraysh, al igual que el profeta de quien era su yerno. Además, este tercer califa pertenecía al clan de los omeya.
La disputa por el poder y la división del Islam
El cuarto califa ortodoxo fue Alí, yerno de Mahoma, esposo de su hija Fátima. La figura de Alí era la causa de divisiones en el Islam, pues muchos musulmanes reclaman, desde la muerte de Mahoma, que Alí y sus descendientes debían ser los sucesores legítimos del profeta.
En el momento en que Uthmán ibn Affán fue asesinado y se designa a Alí como su sucesor, otro miembro del clan omeya, Muawiya I, quien era gobernante en Siria, acusa a Alí de haber sido cómplice de este crimen.
De este modo Muawiya I se alza en armas contra Alí a quien atacó con su ejército en la batalla de Siffin, producto de este enfrentamiento resultó la división entre los musulmanes.
Las tres principales ramas del Islam que se originaron a raíz de esta disputa son: los chiitas formados por los partidarios de Alí, los suníes que apoyaban a la dinastía de los omeya y los jarayíes que abandonaron a Alí cuando este aceptó su derrota.
Alí se retiró a su fortaleza en Kufá (actual Irak) donde fue asesinado en el año 661 por un jariyí. Por su parte Muawiya I se convirtió en el primer califa de la dinastía de los omeyas, gobernaron y expandieron el Islam por numerosas áreas geográficas como Cáucaso, Transoxiana, el propio Magreb, Sind y también la península ibérica (Al-Andalus).
El califato omeya
El califato omeya mudó la capital del Islam, de Medina a Damasco, en el 661. Esta primera etapa del califato omeya duró hasta el año 750 cuando ocurrió la llamada revolución abasí.
El califato abasí
La dinastía abasí inauguró el califato abasida, cuando un descendiente de Abbás, concretamente un tío de Mahoma, se hizo con el poder derrotando a los omeyas y mudó a Bagdag la capital del Islam.
El califato abasí conservó el poder desde el año 750 hasta el año 1259. Conformando así un imperio en el que se sucedieron treinta y ocho califas en el gobierno de todo el Islam, a excepción del Al-Andalus.
La expansión del Islam se dio hacia oriente y occidente, integrando a su territorio, y convirtiendo en musulmanes, muchas poblaciones que habían pertenecido a los imperios helénicos y romano.
Así la cultura árabe se convirtió en la heredera de buena parte del conocimiento de la antigüedad clásica, el cual conservó y ayudó a difundir durante la Edad Media.
La astronomía, la medicina, la matemática y la botánica, además de la filosofía, fueron algunas de las ciencias que en conjunto con la arquitectura, el urbanismo y la hidráulica, se convirtieron en uno de los legados del mundo árabe para la humanidad.
Además, el imperio islámico sirvió de bisagra entre oriente y occidente, y logró unificar bajo una misma fe, una lengua y un sistema de normas y creencias, a una gran cantidad de poblaciones muy distintas entre sí.
Sin embargo, en el año 1258, los mongoles bajo el gobierno de un descendiente de Gengis Kan, Hulagu Kan, destruyeron la ciudad de Bagdad y dieron muerte al último califa de la dinastía abasida, Al-Musta’sim, y a toda su familia, culminando así uno de los períodos de mayor esplendor de la cultura islámica.
Los omeyas y la invasión musulmana a la península ibérica: Al-Andalus
Abd al-Rahman, conocido como Abderramán I, fue el único sobreviviente de la dinastía omeya que logró escapar de la revolución abasida.
A pesar de la persecución, Abderramán I logró exiliarse en el Magreb, lejos de la capital del califato. Allí reunió fuerzas y el apoyo de un ejército de musulmanes de origen sirio y de los bereberes.
Con estos recursos, en el año 755 logró desembarcar en la península ibérica en Almuñécar, y en el año 756 libró contra el ejército abasí la batalla de Al Musara (o Alameda) de la que logró salir victorioso.
Su triunfo le valió para ser nombrado emir por parte de sus seguidores. De esta manera Al-Andalus, que había pertenecido al territorio del califato omeya desde el año 711, adquirió su independencia política del califato abasida.
El emirato de Córdoba
Abderramán I se cuidó de proclamar abiertamente su falta de reconocimiento al califa de Bagdad, por lo que mantuvo la unidad espiritual con este.
No obstante, como emir de Córdoba, Abderramán I, inició en Al-Andalus, en el año 773, el gobierno de una dinastía de emires omeyas que era independiente del califato de Bagdad tanto a nivel administrativo como político.
El gobierno de Abderramán I se caracterizó por la lucha para lograr unificar las diferentes etnias de musulmanes que habitaban Al-Andalus, árabes, sirios y bereberes. Esto no lo consiguió hasta el año 781 con la conquista de Zaragoza y Pamplona.
Hubo varios emires tras la muerte de Abderramán I. Sin embargo, es notable el gobierno de Abderramán II (822-852), quien se encargó de establecer las bases políticas del gobierno del emirato, delegó en los visires de las diversas provincias el control político y convirtió al Islam una gran cantidad de habitantes de la península ibérica.
En el año 912, precedido por ocho emires omeyas que le antecedieron, llega al poder Abderramán III. En ese momento el emirato de Córdoba se encontraba muy debilitado producto de las luchas internas entre árabes, sirios, bereberes y mozárabes (estos últimos eran los pobladores de la península de origen cristiano que conservaron su religión).
El califato de Córdoba
Ante esta situación, Abderramán III, tomó un gran riesgo político y en el año 929 decidió proclamar la independencia total del califato de Bagdad. Creando así el califato de Córdoba.
Los argumentos esgrimidos por parte de Abderramán III para proclamarse califa fueron, en primer lugar, su legitimidad, debido a su origen árabe y en particular a la tribu del profeta los Quraysh.
En segundo lugar, Abderramán III argumentó que la unidad del pueblo islámico (la Umma) ya había sido rota por los chiíes, quienes habían creado el califato de Túnez bajo el gobierno de la dinastía fatimí.
De este modo el califato de Córdoba quedó conformado en el año 927, después de la ocupación de Melilla, por un territorio que abarcaba toda la península ibérica, colindando por el norte con pequeños reinos cristianos y con el Imperio carolingio. Por el sur, el califato dominaba Argelia y Sijilmasa y la fachada hacia el Atlántico.
La población del califato de Córdoba era muy variada, convivían árabes, bereberes, sirios, mozárabes, muladíes (hispanos convertidos al Islam) y judíos.
La sociedad durante el califato de Córdoba era eminentemente urbana, en las ciudades conviven etnias y religiones diversas, con buena tolerancia, lo que propició la expansión de la cultura y la economía.
Este fue el período de mayor esplendor de Al-Andalus. Su fin ocurrió hacia el año de 1031, producto de la guerra civil por el poder entre los descendientes del último califa, Hisham II y los herederos de Almanzor quien era su primer ministro.
Este conflicto concluyó con la desaparición del califato de Córdoba y la aparición de los reinos de taifas.
Los reinos de taifas
Taifa es una palabra proveniente del árabe que quiere decir facción. Por lo que los reinos de taifas pueden ser considerados los reinos de facciones.
Estos reinos eran pequeños dominios formados por las provincias del califato que eran gobernados por los líderes de cada una de las facciones musulmanas que conviven en Al Andalus en el siglo XI, clanes árabes y bereberes.
Almería, Murcia, Alpuente, Arcos, Badajoz, Carmona, Denia, Granada, Huelva, Morón, Silves, Toledo, Tortosa, Valencia y Zaragoza, fueron taifas que adquirieron su independencia en la medida que el califato se debilitaba, hasta que en el año 1031, todas las taifas se separaron e independizaron.
Entre los clanes más relevantes que gobernaron los reinos de taifas se encuentran los amiríes que descendían de Almanzor y que gobernaban en Valencia; los aftasi en Badajoz, los birzalíes en Carmona, los tuyibies en Zaragoza, los hammudies en Algeciras, Ceuta y Málaga; finalmente el clan de los abadíes en Sevilla. Estos últimos con el tiempo se convirtieron en una potencia al conquistar la Andalucía occidental.
La división de Al-Andalus en taifas fue aprovechada por los reinos cristianos del norte que atacaron y sometieron de modo individual a varios de estos reinos.
El dominio almorávide
Ante la situación de inferioridad militar, los taifas, decidieron pedir ayuda al sultán almorávide del norte de África, quien desembarcó en la península ibérica y derrotó al rey de León en la batalla de Zalaca (1086), paso seguido se instaló en Algecira desde donde conquistó todas las otras taifas.
Así inició el gobierno almorávide que se impuso desde el año 1086 hasta el año 1150, cuando la decadencia almorávide se hizo presente en la península y debieron ceder el poder a los almohades.
Los almorávides eran unos monjes ascetas guerreros provenientes del África subsahariana, que practicaban una forma del Islam muy estricta. Y que gracias a su poderío militar lograron constituir un imperio que incluyó el gobierno de los taifas de Al-Andalus durante un siglo.
El período almohade
A la decadencia almorávide le sucedió el gobierno de los almohades. Esta era una dinastía proveniente de Marruecos, de origen bereber.
La intención de esta dinastía desde sus inicios fue suplantar a los almorávides debido al fracaso de estos en contener el avance de los reinos cristianos del norte.
Una vez que lograron el cometido de dominar el Magreb, los almohades iniciaron su campaña hacia la península ibérica, logrando desembarcar en el año de 1145 por solicitud del señor de la taifa de Mértola, con la finalidad de unificar las taifas en nombre de la defensa del Islam ante el ataque de los cristianos.
Entre 1145 y 1195 el califa almohade logró consolidar un poderoso imperio que abarcaba Al-Andalus y el Magreb.
La hegemonía en Al-Andalus de los almohades perduró hasta el año 1212, cuando fueron derrotados en la Batalla de las Navas de Tolosa por la coalición cristiana dirigida por el rey Alfonso VIII.
Luego de esta derrota los almohades dieron paso, en la segunda mitad del siglo XIII, a los terceros reinos de taifas entre los que resalta la dinastía nazarí.
El reino de Granada bajo la dinastía nazarí
La dinastía nazarí se estableció en la Taifa de Granada en el año 1238 y logró una larga sucesión de veinte sultanes hasta el año 1492, en este año fueron derrotados por los Reyes Católicos. Estos completaron con esta acción la expulsión de los musulmanes del territorio ibérico y el final de Al-Andalus.
Granada fue el último gran enclave musulmán en Al-Andalus. Durante el gobierno de la dinastía nazarí se construyeron verdaderas joyas del arte como el Palacio de la Alhambra, que aún hoy día deslumbra a sus visitantes por sus jardines, fuentes y su alcázar. En su época fue concebido para ser la residencia del emir de Córdoba y de su corte.
Esquema resumen sobre el Islam y Al-Andalus
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