Las cruzadas en la Edad Media, por qué se producen y consecuencias

Cruzadas en la Edad Media

Las cruzadas en la Edad Media es una denominación dada a una serie de campañas militares que ocurrieron entre el siglo X y el siglo XIII. Su objetivo más relevante era la conquista de los territorios de Oriente Próximo, sometidos por el Islam, y denominados por la iglesia católica como Tierra Santa.

Se organizaron un total de ocho cruzadas en la Edad Media a lo largo de tres siglos, algunas fueron un fracaso total, otras tuvieron más éxito.

Si quieres saber más sobre estos interesantes hechos de la historia, a continuación te contaré un poco más sobre qué fueron, por qué se produjeron y los hechos más resaltantes de las cruzadas en la Edad Media.

¿Qué fueron las cruzadas en la Edad Media?

Las cruzadas en la Edad Media fueron ocho campañas de tipo militar realizadas durante el siglo X y el siglo XIII, fueron organizadas por los papas, los reyes cristianos y por los caballeros de la nobleza europea. 

Las cruzadas en la Edad Media tenían como finalidad la conquista de territorios del oriente próximo que se encontraban bajo dominio musulmán, en particular tribus nómadas de origen turco.

Los guerreros cristianos, oriundos de Europa occidental, que participaron en estas guerras religiosas son llamados cruzados, porque tenían la tradición de coser o pintar una cruz en el pecho de su vestimenta. De esta costumbre se acuñó la frase “tomar la cruz”.

El papa Urbano II, quien convocó la primera cruzada con el fin de liberar a Jerusalén, otorgó, en el Concilio de Clermont, indulgencia de sus pecados a todos aquellos guerreros que participaran de esta empresa. Los cruzados tomaban los votos religiosos temporales mientras duraba su campaña.

En aquel momento no se les llamó cruzados a estos guerreros, simplemente se les consideraba peregrinos armados. El término cruzado se popularizó tiempo después, a partir del siglo XV.

¿Por qué se producen las cruzadas en la Edad Media?

Hasta el siglo X existía un clima de relativa armonía entre los reinos de Europa y el califato fatimí de Damasco. Sin embargo, en el año 1095, el emperador de Bizancio, Alejo I, solicitó al papa Urbano II la protección para los cristianos de oriente.

Esta solicitud se encontraba motivada por el hostigamiento por parte de las tribus turcas selyúcidas, convertidas al Islam, contra Bizancio

Estos guerreros musulmanes habían derrotado al ejército bizantino en el año 1071 en la batalla de Manzikert, tomando el control de Asia Menor y ubicándose a pocos kilómetros de la capital del Imperio romano de Oriente.

Esta situación ponía en riesgo toda la cristiandad oriental a corto plazo y, a la larga, a todo el mundo cristiano de la época. 

Por esta razón hubo cierta unidad de criterio en cuanto a la necesidad de declarar la guerra a los invasores de Tierra Santa, una idea que se mantuvo a lo largo de varios siglos durante las ocho campañas conocidas como cruzadas orientales.

La primera cruzada fue convocada por el papa Urbano II, bajo el auspicio del emperador bizantino. El papa convocó el Concilio de Clermont y durante este hizo un llamado a la conquista de Tierra Santa por parte de los cristianos.

Este llamado papal tuvo una buena acogida por una parte de la población de Europa occidental, por esta razón la primera cruzada es conocida como la cruzada popular.

Las motivaciones de las personas que tomaron los votos y se embarcaron como mercenarios en esta guerra religiosa eran muy variadas. 

Algunos se encontraban motivados por un auténtico espíritu de fe cristiana. Otros vieron en estas guerras religiosas la oportunidad de adquirir riquezas, este era el caso de algunos nobles desheredados que vislumbraron la posibilidad de hacerse de un patrimonio, gloria y fortuna.

¿Cuáles son las ocho cruzadas de la Edad Media?

Aunque los cristianos de occidente y oriente dieron por llamar cruzadas a todas las campañas militares emprendidas contra los musulmanes, en rigor se consideran cruzadas en la Edad Media las ocho organizadas hacia Tierra Santa, en Asia menor.

Si bien algunas no tuvieron éxito, otras revistieron más relevancia, hasta al punto que durante un tiempo lograron instaurar el sistema feudal de Europa en Oriente próximo.

Los caballeros nobles se repartieron los territorios e instauraron reinos en estos dominios, el más importante de estos fue el «Reino cristiano de Jerusalén».

Primera cruzada o cruzada popular (1096-1099)

Fue iniciada por Urbano II y acogida por una gran cantidad de personas sencillas, quienes se pusieron bajo el mando de un predicador llamado Pedro el ermitaño.

También formaron parte de esta cruzada algunos caballeros de origen francés y germánico, quienes eran los pocos guerreros profesionales que participaron.

Fue una cruzada muy desorganizada, los cruzados se pusieron en marcha hacia oriente e ingresaron en el reino de Hungría en varias etapas. Su ejército causó estragos en territorio húngaro, asesinó miles de judíos y arrasó las poblaciones húngaras.

Esta actitud les valió la antipatía del rey húngaro, Colomán, quien terminó por expulsar a los diversos grupos de cruzados de su territorio.

Cuando la primera cruzada llegó a Bizancio, el emperador les ayudó a cruzar el Bósforo. Los cruzados entraron en territorio hostil sin ningún tipo de precaución y allí fueron aniquilados fácilmente por los turcos.

Otros acontecimientos durante la primera cruzada:

Cruzada de los príncipes (1096 – 1099)

La cruzada de los príncipes fue mucho mejor planificada que la popular. Estaba compuesta por contingentes armados provenientes de Francia, los Países Bajos y el reino de Sicilia. 

Al mando de este ejército se encontraban los príncipes segundones en la línea de sucesión de sus países, Godofredo de Bouillón, Raimundo de Tolosa y Bohemundo de Tarento, respectivamente.

Estos príncipes tuvieron un inusitado éxito con sus ejércitos. Bohemundo  conquistó Antioquia y creó un principado.  

Por su parte Godofredo de Bouillón logró conquistar Jerusalén, se declaró protector del Santo Sepulcro y creó el Reino Latino o cristiano de Jerusalén.

Cruzada de Venecia (1122-1124)

El éxito de la cruzada de los príncipes inspiró a varios contingentes que en 1122 intentaron la llamada cruzada veneciana. La flota de Venecia, bajo el mando del dux de aquella época, logró conquistar la ciudad de Tiro y ponerla bajo el dominio del reino de Jerusalén.

Segunda cruzada (1144-1148)

Los musulmanes no se resignaban al dominio franco y decidieron retomar sus territorios. En 1144 el sultán de las ciudades de Alepo y Mosul, llamado Zengi, logró conquistar la ciudad de Edesa.

Esta situación hizo que el papa Eugenio III reaccionara y, apoyado por el monje cisterciense Bernardo Claraval, llamara formalmente a la segunda cruzada.

Esta cruzada, a diferencia de las anteriores,  contó con la participación de monarcas importantes como el rey de Francia Luis VII y el emperador germánico Conrado III.

Desde el punto de vista estratégico la cruzada fue un desastre. Los monarcas desestimaron Edesa puesto que para ellos no era relevante, se enrumbaron a Jerusalén y a pesar de la desaprobación del Balduino III (rey de Jerusalén), decidieron atacar Damasco, estado que hasta la fecha tenía buenas relaciones con el rey de Jerusalén.

El objetivo no se logró y al cabo de pocos días se retiraron de regreso a Europa. Dejando al reino de Jerusalén sin la protección de su antiguo aliado, el estado de Damasco.

Jerusalén quedó a merced del Sultán Nur al-Din, quien a la larga lo sitió y propició de este modo la tercera cruzada.

Tercera cruzada (1187-1192)

La llegada al poder de Saladino, lugarteniente de Nur al Din, quien con posterioridad a la muerte de éste se declaró Sultán de Egipto en 1174, significó la reunificación de las fuerzas musulmanas. Sus dominios rodearon al reino de Jerusalén que se encontraba en una situación muy frágil ante su asedio.

A la muerte de Balduino IV, le sucede su yerno Guido de Lusignan como rey de Jerusalén. Este, apoyado por el ala militar más radical de los templarios, se enfrentó al ejército de Saladino a pesar de estar en desventaja numérica.

El enfrentamiento resultó en la derrota del ejército cruzado y de los caballeros hospitalarios y templarios. El vencedor fue el ejército de Saladino, quien conquistó de nuevo Jerusalén para el dominio musulmán.

Esta situación llevó al Papa Gregorio III a convocar la tercera cruzada en 1189, en la que participaron importantes monarcas como Ricardo Corazón de León de Inglaterra, Felipe II de Francia y el emperador germánico Federico I Barbarroja.

Ricardo Corazón de León quedó al mando de la cruzada tras el abandono de Felipe II, quien decidió regresar a Francia. 

El rey inglés, ante la debilidad de su ejército, pactó una tregua con Saladino.  A su regreso a Europa murió por una herida de flecha, en 1199; También, Saladino moriría al poco tiempo, en 1193. Así terminó la tercera cruzada, sin bando ganador.

Cuarta cruzada (1198-1204)

Fue convocada por el papa Inocencio III, originalmente estaba dirigida contra Egipto. Sin embargo, al ser organizada por el dux de Venecia (Enrico Dandolo), por vía marítima ya que la terrestre no era posible, terminó por convertirse en un complot contra el Imperio bizantino (recuerda que su capital era Constantinopla).

De esta manera, los cruzados saquearon Constantinopla (en 1204) y durante unos años se impuso un Imperio latino.

Al cabo de cierto tiempo se restaura el Imperio bizantino gracias al estado griego de Nicea (Imperio de Nicea), en el año 1261.

Quinta cruzada (1217-1222)

En 1213, nuevamente el papa Inocencio III convoca una cruzada que tiene como objetivo conquistar Egipto. Fue secundada por el rey de Hungría, Andrés II, quien condujo un ejército cristiano multitudinario.

Embarcaron hacia Egipto en 1217 y lograron conquistar la ciudad de Damieta. Con posterioridad, intentaron conquistar El Cairo pero sin éxito, regresando derrotados en el año 1121.

Sexta cruzada (1228-1228)

Esta cruzada fue muy imprevista. Aunque el papa ordenó organizarla al emperador germánico, Federico II Hohenstaufen, este se negó durante un tiempo y su actitud le valió la excomunión.

Sin embargo, cuando él lo consideró propicio y sin la anuencia del papa, dirigió su ejército a Tierra Santa, logrando el poder como rey de Jerusalén, mediante un acuerdo diplomático (tregua de 10 años) que le garantizó también el dominio de las poblaciones de Belén y Nazareth.

Séptima cruzada (1248-1254)

Ante lo que sería la caída definitiva de Jerusalén (por el asedio de los musulmanes una vez transcurrida la tregua de 10 años), el rey de Francia, Luis IX, quien a la postre se convertiría en San Luis, decidió emprender una cruzada para rescatar la ciudad santa.

Por vía marítima llegó con su ejército a Egipto, donde fue derrotado por los musulmanes en la ciudad de Mansura, allí quedó capturado con todo su ejército para luego ser liberado y expulsado del territorio musulmán.

Octava cruzada (1269-1270)

Organizada a partir de 1269 nuevamente por Luis IX de Francia en concordancia con Carlos de Anjou, rey de Nápoles.

Ambos acordaron desembarcar en Túnez con sus ejércitos, unirse y desde allí marchar hacia Egipto. Para su desgracia, al arribar a territorio africano se toparon con una epidemia de disentería, Luis IX contrajo la enfermedad y murió en 1270.

Lo que para algunos autores es la novena cruzada

A la cruzada anterior planeaba unirse el rey Eduardo I de Inglaterra, pero llegó al campamento cuando el rey francés ya había muerto. Así que tras acampar en Sicilia, reunió un pequeño ejército e intentó nuevamente desembarcar en Egipto sin mayor éxito, al cabo de un tiempo firmó un pacto de tregua, en 1272.

Con posterioridad, Eduardo I intentó reorganizar varias cruzadas que resultaron infructuosas, con el tiempo se perdió el bastión de Acre, por lo que el resto de cruzados que aún permanecían en Asia menor abonaron las ciudades de Tiro, Sidón y Beirut, ubicadas en el actual Líbano.

¿Cuáles son las consecuencias de las cruzadas en la Edad Media?

Las guerras protagonizadas por los cruzados derivan en un balance muy poco favorable. Su mayor éxito fue, sin duda, la conquista de Jerusalén por Godofredo de Bouillon, quien creó el Reino Latino de Jerusalén, el cual lograron sostener durante varios años.

Sin embargo, hubo otras consecuencias importantes como fue la ampliación de las rutas comerciales. Estas rutas fueron ampliamente dominadas por las naves venecianas y genovesas,  convirtiendo a los mercaderes italianos en los verdaderos organizadores y financistas de las cruzadas en la Edad Media.

La razón comercial que produjo tantas riquezas fue, en realidad, la causa subyacente para que existieran tantas cruzadas en la Edad Media bajo el pretexto religioso.

El auge económico producto del comercio con oriente jugó en beneficio de los monarcas europeos y contribuyó al decaimiento de los señores feudales, que al final de la Plena Edad Media perdieron mucho poder e influencia.

Resumen con las ideas más importantes

Resumen sobre las cruzadas en la Edad Media
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