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Mirándose sobre el espejo del río Tormes, Salamanca es un concentrado de sabor castellano en el centro de España. Una ciudad en la que hay huellas de la permanencia humana en la zona de la ciudad desde hace 2.700 años, en la edad de Hierro. Una muy excelente opción para visitar, recorrer y disfrutar.
Como la mayoría de las ciudades españolas, la urbe salmantina está llena de rincones emblemáticos, cuajados de anécdotas en cada piedra de las calles adoquinadas, los puentes y los templos, cuyas torres parecen agujerear las nubes en temporadas de lluvias. En otras épocas, el celeste cielo límpido se combina con el marrón de la campiña.
El recorrido por Salamanca puede comenzar en su mayor emblema, la Universidad, la más antigua de España y una de las más antiguas del mundo. Fundada en 1218, el alma máter de la ciudad generó un dicho popular, casi un proverbio: Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta.
Pétreos muros de piedra engalanan Salamanca
Desde el amplio campus universitario, entramado en el centro histórico de la ciudad, que es patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se puede caminar unas pocas cuadras de intenso sabor hispano, y llegar a la plaza Mayor. Rodeada de edificios públicos e históricos, la plaza cobra renovada vida nocturna con bares de tapeo, terrazas y toldos bajo el cielo azul.
Tiene dos catedrales: una medieval, construida entre los siglos XII y XIV, de estilo gótico y barroco, localizada en el ámbito de la universidad; y la Catedral Nueva, justo al lado de la anterior, que data desde hace más de cuatrocientos años. Es una de las más grandes de España, y es visible desde buena parte de la ciudad antigua.
Se pueden visitar las torres de la Catedral Vieja, obteniendo singularísimas vistas de la ciudad y del curso del Tormes. Ambos templos están recamados de obras de arte de varios estilos y épocas.
Extraordinarios edificios salmantinos en la ruta turística
A la espiritualidad del Claustro de Dueñas puede accederse también para descubrir que esta ciudad lo tiene todo para sorprender cualquier gusto y a cualquier turista. Más adelante está el museo Art Déco, con su impresionante techo de vitrales que le dan una maravillosa iluminación con tonos turquesas y celestes.
A orillas del Tormes está el parque fluvial, un espacio para caminar, andar en bicicleta, patinar o simplemente sentarse en los muchos bancos a recibir el aire cargado de aromas del río y, ver, del otro lado, la otra parte de la ciudad que creció del otro lado de los muchos puentes que tiene la ciudad, siendo el romano el más antiguo.
Otro sitio que atrae muchos visitantes es el Museo de la Historia de la Automoción que alberga una buena colección de coches antiguos, desde algunos ejemplares de la prehistoria y artilugios con los que los primeros humanos intentaron aliviar sus traslados. Son tres plantas donde se exponen extraordinarios vehículos originalmente conservados.
Salamanca en cada bocado
Uno de los mejores sitios para disfrutar de la comida castellana con representación salmantina es el mercado central, a un lado de la plaza mayor. En un edificio de principios de siglo, con abundante iluminación natural, se disponen los puestos de venta entre los que se encuentran carnes y frutas, pero también pequeños restaurantes donde disfrutar jamón de Guijuelo, carne de marucha, lenteja de la armuña y vino de las Arribes, entre muchas otras denominaciones de origen.
También, Salamanca tiene múltiples opciones para distraerse por las noches. Muchas discotecas, bares de tapeo, restaurantes de toda clase de gastronomía… Salamanca lo tiene todo para satisfacer al turista.
Para llegar a la ciudad la mejor opción es viajar en tren si piensas en el medioambiente. Desde la capital, Madrid, hay varias frecuencias al día en máquinas que cubren el trayecto entre una hora y media y tres horas, y en hasta 30 euros por boleto. La ciudad es un abanico de atractivos para quienes le visiten y disfruten.