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Las orillas del Cantábrico esconden un pequeño pueblo que conserva toda la gracia y el salero español. Apenas a media hora por carretera del centro de Bilbao, Castro Urdiales es una de las más fantásticas opciones para un paseo de fin de semana. Es una ciudad pequeña, que puede recorrerse en unas pocas horas para deleitarse con la arquitectura, el sano aire marino, la historia y la más exquisita gastronomía marina.
Dos interesantísimas construcciones se pueden encontrar en Castro Urdiales. La primera es el castillo-faro de Santa Ana, un soberbio edificio militar que bien encaja en las descripciones de cómo deberían ser los castillos de arena que construimos en verano en la playa. Sus cinco torres albergan siglos de huellas de historias, tanto que el origen de la construcción aún no está claro. Puede visitarse, así como la zona alrededor.
Otra construcción importante es la iglesia de Santa María, un tremendo ejemplo de la arquitectura gótica en el norte de España. Está ubicada en un promontorio que se adentra en el mar. Data del siglo XII, y las paredes están revestidas de vitrales que, a la luz de la tarde, le dan un intenso y brillante colorido interior. Los arquitectos consideran que la iglesia es un edificio enfermo, porque las piedras con las que está constituida sufren una reacción química que hace que, poco a poco, se conviertan en arena.
Castro Urdiales y el mar: una relación recíproca
El mar es el elemento más importante de la ciudad, que está construida de frente al Cantábrico y del que obtiene parte de su personalidad. Desde lo alto de la iglesia pueden apreciarse los acantilados y el color turquesa intenso del agua. Justo entre dos de esas formaciones está un puente medieval, de piedra y de arco simple. Los niños del pueblo acostumbran a usarlo como trampolín en verano.
Varias playas están cerca de la localidad, pero las más importantes son Bazomar y Ostende. En verano son muy concurridas, aunque hay que estar pendiente de las banderas de indicación para evitar situaciones de peligro. El mar es tranquilo y de poco oleaje en estas playas en condiciones normales. Muy cerca de la playa Bazomar está el parque de punta Cotolino, un espacio engramado con máquinas para hacer ejercicios, caminerías y arboledas.
Alrededor del muelle, muy cerca del puente de medieval, hay un pequeño espacio de playa, la rampa de San Guillén, donde los turistas acuden en temporada. Es una zona de baño profunda, por lo que hay que tomar precauciones. Allí pueden contratarse paseos en bote o simplemente caminar disfrutando de la brisa marina.
Arquitectura en cada mirada
Castro Urdiales tiene, además, un hermoso paseo a orillas de ese mar que tanto ha abonado a su relación como puerto y ciudad costera. Así que, si de disfrutar se trata, hay que caminar por sus calles y dejarse encantar por su sabor. En el parque Amestoy está la oficina de Turismo, y es otro interesante sitio para mirar la vida de la rada, con el movimiento de los botes, los yates y los veleros. En el mismo parque hay un tiovivo que hace las delicias de los niños de la familia.
Otro sitio imprescindible para visitar es la plaza del Ayuntamiento, coronada por la fachada del edificio municipal y su reloj. Allí hay varios restaurantes donde se puede conocer de primera mano la experiencia multisensorial de la gastronomía cantábrica. Los productos marinos, cómo no, engalanan la lista de opciones en esta zona. Las anchoas (ver ficha de este pez), las rabas (calamares), las vieiras, mejillones, centollas, cigalas y bogavantes se desbordan de los platos en las más tradicionales recetas.
Castro Urdiales está muy cerca de Bilbao, por lo que, para llegar a la pequeña ciudad hay que tomar la autovía del Cantábrico, tanto desde Bilbao como desde Santander, que se ubica un poco más distante. Déjese llevar, es un paseo magnífico y al atardecer se conjuga en una postal que recuerda los tiempos dorados de estos pueblos de la costa norte de España.